Comentario sobre “Cuentos a mi Padre” del autor Jorge Andrés Acevedo
El amor maternal o fraternal, es quizá el amor más auténtico y verdadero. No sé si se trate por la incondicionalidad, por la infinitud del sentimiento o por ese lazo indestructible construido desde ese primer instante de vida, pero quienes logramos fortalecer dichos lazos, no escapamos jamás de recordar los mejores días de épocas pasadas en las que los primeros testigos y cómplices, fueron nuestros padres. Jorge Andrés, en sus textos deja entrever ese sentimiento profundo por su padre y por la infancia, a la que siempre regresa a través de su literatura.
En su cuento “La maldición de las letras” los hombres ya no lloran porque ése, era un privilegio de la niñez (aunque muchos de los niños de todo el mundo y de todos los tiempos, quieran renunciar a ese privilegio porque las causas son tan crueles que ni debieran existir).
En el transcurso de la historia, la ilusión y la envidia se confunden al punto de convocar a la muerte a un rancho viejo y mal oliente, custodiado por un círculo de caballos. La vida crece y con ella la curiosidad y el asombro, y entonces, los pasos se alejan abandonando la raíz, olvidando aquellos tiempos en que se recuerda lo que fuimos y lo que somos: un viejo que se conforma con poco, un niño que crece entre animales, miseria y letras; vecinos que se quieren apoderar de una nueva vida porque la infertilidad y la falta de alegría habitan sus pobres días…son los personajes a los que Jorge Andrés les dio voz para comprender esa condena a la que él mismo llegó, tan sólo por escuchar las historias que su anciano padre le narraba por los pueblos que los vieron ir y venir siempre sin esperanza, con la muerte a cuestas pero sobre todo, con un elemento infaltable en su equipaje: los libros.
Texto publicado en el blog de "Fuerza de la Palabra" - Noviembre, 2012