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REQUIEM POR EL CORAZÓN DE FUEGO

“Y el corazón, como entonces,

estará en el fuego”

Anna Ajmátova

La poesía de Anna Ajmátova es sin duda, la voz de la resistencia. El trueno, cuyo sonido nos recordará siempre la tormenta, como lo escribió ella misma en uno de sus más bellos poemas: “Cuando escuches el trueno me recordarás”. Dicha declaración resultó ser cierta desde ese entonces hasta ahora. ¿Cómo olvidar a Anna? ¿Cómo pasar de largo en la historia de Rusia sin detenerse ante la obra poética de Ajmátova? ¿Cómo hacerse el de la vista gorda con la biografía de una escritora que vivió varias guerras y sobrevivió a ellas con la frente en alto, y todavía en este tiempo, sigue manteniendo su presencia a través de sus poemas?

 

No se puede ni se deben desconocer la vida y obra de artistas que, pese a las circunstancias, mantuvieron en firme, sus creencias, su posición política y su arte. Personajes que hicieron historia en la gran historia del mundo. Delito es, y sería, anular la libertad ejercida, las acciones realizadas, las palabras dichas o escritas en medio de la muerte. No podemos invalidar a Anna como sucedió en su país en el pasado, no podemos desconocer ni despreciar tanta valentía y resistencia junta. No debemos dejar de leer la obra poética de esta mujer que fue madre una vez y para siempre y, viuda dos veces por las masacres de la guerra; artista contestaría y reveladora de verdades horrorosas y quien, a pesar de los amargos sueños, amó sin medida a su tierra natal hasta el último momento. Anna fue, es y seguirá siendo, un corazón de fuego que nunca se apaga, tanto en la literatura como en la historia universal.

 

La poeta, abordó la guerra como temática central de su obra, pero también escribió sobre la naturaleza, el dolor y el amor, y no podría ser diferente, todo está ligado y articulado porque allí es donde el ser humano tiene la experiencia significativa de vivir, eso es justamente la vida; y Ajmátova, fundamenta su estilo y su lenguaje en esta tetra cuyo ejemplo más apropiado para afirmar lo anterior, es el poema: “Dedicatoria”, donde recuerda las madrugadas en que la naturaleza era el escenario  de un grupo de madres que iban en procesión a visitar a sus hijos presos, el grupo de mujeres iba aminorándose por los asesinatos contra ellas y sus hijos.

 

A pesar de que sus libros fueron prohibidos y censurados, y también exiliada, no dejó de alzar su voz. Narró muchos de los sucesos de los campos de concentración como también, las persecuciones que a su hijo y a ella le tocaron por decir la verdad. Muchos escritores jóvenes lograron reunirse con ella y obtener datos e información que antes no había sido suministrada y por la cual, fue blanco de señalamientos durante un largo período. Fue nominada al Premio Nobel de Literatura, pero no lo obtuvo. Fue premiada con otros galardones y sus libros fueron publicados y ella enaltecida por muchos artistas e historiadores.

 

“Llevo conmigo el infortunio, voy hacia nunca, hacia ninguna parte, como un tren sobre el abismo”. Son quizá, las palabras más conmovedoras que he leído de una mujer que escribe en pleno estado de consciencia sobre la crueldad histórica de la revolución rusa y el destino de quienes compartieron con ella aquella época de guerras y ejecuciones.

¿Quién iba a pensar que ese abismo, que ese nunca, esa ninguna parte, sería un sanatorio donde vivió sus últimos días? Quizá Anna, parecía adivinarlo en la pregunta final del poema “Sótano del recuerdo”: ¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?

 

La irrenunciable lucha por la justicia, por recuperar el amor de su único hijo, por denunciar los crímenes a través de sus poemas, por ser ella misma, la consagra como una de las mejores escritoras clásicas.

Reseña publicada en El Magazín de El Espectador, marzo de 2017

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