El centinela de las noches de ceniza
- tatikescribe
- 1 sept
- 1 Min. de lectura

Un desamparo sin fondo, una desolación sin límites.
Rosa Montero
Rafael vive de parque en parque
de pueblo en pueblo,
de gente en gente,
pero siempre con hambre de comida
y hambre de amor.
Construyó su casa de caracol
con plásticos y cobijas viejas,
en el desamparo y la miseria.
Cada noche el frío muerde su sombra,
por eso duerme con gatos abandonados
porque cuando la inocencia se encuentra
es generosamente tierna.
Le faltan dientes y amigos,
y en cambio, le sobra espacio
en su espíritu de cenizas.
No recuerda su infancia
porque prefiere ocultar el tormento
con sus bocanadas de humo
y sus libros de segunda.
Los niños y sus madres,
esquivan sus abrazos,
temen que sus heridas
se les quede en su pecho
y hereden su pesada cruz de plegarias.
Apuran sus pasos
y se pierden por entre el gentío.
Le digo en unos de mis impulsos
que, por qué no regresa a su casa de antes,
pero se ríe y me dice:
─No, muchacha linda.
Yo soy el centinela de este árbol.
Ha pasado la rueda del tiempo
y he vuelto a buscar al viejo lector
con dulces y pan,
pero todo está
como si nunca hubiese existido.
Siento que el corazón se me apaga
cuando recuerdo sus deseos de muerte,
de ese salto al vacío
del que tanto me habló
y lo imagino,
lanzándose al olvido,
al precipicio que todos tenemos dentro
y, mientras tanto,
este, su árbol,
lo sigue esperando.
Tatik Carrión Ramos
Poema ganador del primer puesto, categoría profesionales, del XXVII Encuentro de Poesía de Tenjo.

































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